Bakuman y los aciertos en el manga

Es de rigor empezar con mi opinión sobre Bakuman: fue aburrido. Por justicia debo decir que Death Note me pareció una serie muy ingenua, un relato de hace un siglo, pero con una cierta carga moral llena con desazón relativista, las cuestiones del nuevo siglo; aparte, con algo de influencia francesa, pensando sobre todo en lo más ligero de Sartre y Camus. Cuando digo ingenuo, pienso en el relato del hombre asesinado en una batalla, el diamante escondido en una jarra de agua y cosas por el estilo. Death Note es la persecución de un asesino que no asesina, sino que desea el asesinato, y su imaginación, de forma bidimensional, provoca la muerte. Por ejemplo, podría cuestionarse, ¿acaso Light hubiera matado a tanta gente si hubiera tenido que quitarles la vida con sus manos? No cualquiera es un genocida. 

Por eso Death Note me parece una serie fallida, acaso soportada sobre giros propios de series policiales mediocres y las particularidades de sus personajes.



Perdóneme esta salida de tema. Dentro de su tedio, Bakuman me pareció mucho mejor serie, por la razón más vieja, clásica, rudimentaria del mundo: es infinitamente más sincera que Death Note. Vamos a poner todo en su lugar, y reconozcamos que, tras el enorme éxito de Death Note (DN, de ahora en adelante), los autores se encontraban en una posición inmejorable. Se habían convertido en algo superior al mero éxito, eran originales, intelectuales, le habían dado al manga una nueva dimensión (eso creían muchos) y una nueva generación de autores iban a copiar el dibujo, los retruécanos pasados de moda que los chicos consumían como si fuera Spinoza. Por eso, en la cima, Bakuman era un movimiento adecuado. La crítica del mundo editorial manga desde el punto de vista del autor. 

Lo que lo hizo superior fue que muchas opiniones de los autores iban totalmente en contra de las de sus fans. Con un par bien puesto. Para empezar, se hace la defensa a ultranza del editor, e incluso se le dedican arcos argumentales enteros, explicando que el editor no es un mero lector de audiencias que no hace nada salvo representar los intereses de la editorial; esto, en realidad es de una lógica aplastante, por que sigue estando vigente el hecho de que es mejor tener a una sola persona con buen gusto y experiencia que hacerle caso a muchos lectores que siguen una serie de modas. El deber de la revista es imponer modas, luego beneficiarse de ellas, pero no de captar los intereses del público, por que a veces el propio público no responde a ellos. La industria exige talento, pero los que reciben el producto no lo atesoran, necesariamente. 



Eso es un detalle rebelde, por que los fans nunca se van a poner de parte de la empresa, sino del autor: ocurre desde los tiempos de Toriyama, cuando se rumoreaba que lo encerraban en una habitación a escribir manga (uno de los personajes es un guiño a Tori), los admiradores decían que eso era explotación laboral, que los japoneses eran unos
animales, etcétera. Nadie ha estado dispuesto a admitir que el ritmo tremendo de trabajo ha dado cosas buenas: regularidad, una revista que funciona como un reloj, un sistema de rotaciones que hace que nunca se pierdan candidatos a manga exitoso. Ha dado cosas malas, claro, el dibujo no puede ser muy complejo por que, simplemente, no se puede dibujar, entintar, escribir, todo sin un error, por muchos ayudantes que se tenga. Tampoco se puede pedir mucha imaginación en el apartado trama, y es inevitable que hayan capítulos de relleno por que, el autor, sencillamente, necesita un descanso. Al hilo de todo esto: por eso prefiero leer mangas mensuales, por que aunque los picos del manga semanal (One Piece, Naruto, etcétera) sigan siendo estupendos, el manga semanal sigue dando mejor conjunto: el autor puede mantener la calma, tener un plan, desarrollarlo, darle forma más pulida y no verse acosado por los datos de audiencia, por que al verlos solo doce veces al año, se relativiza más su importancia. 


Y, sin embargo, hay que señalar el peor error de Bakuman: es aburrido. Como no hemos visto salir a sus autores de su sota-caballo-rey aún, no podemos asegurarlo del todo, pero la variedad en el ritmo narrativo y las herramientas que tienen para cambiar el tempo narrativo no son muy extensas: giros, giros sobre los propios giros, algunas piruetas que conducen a nada o la planicie más absoluta. El problema, en cualquier caso, no es que la única manera que conozcan de intrigar al lector sea con giros, por que forman parte de toda narración (más aún del folletín, del que el manga es una versión moderna), sino que son muy artificiales, pareciera que es la trama la que está al servicio del giro, y no al contrario. Es la incapacidad de lidiar con su propia naturaleza, desarrollarse orgánicamente, que desvela todas las debilidades conceptuales (a otro nivel, ojo, me refiero a la textura mental tras la estructura narrativa). Bakuman, en ese sentido, va por seguro, y apuesta por desenlaces de mayor recorrido, casi siempre con una imagen a toda página al final. En verdad, una forma muy americana de terminar. 


Finalmente, hay que justificar que el manga es superior a DN, y la razón es simple: implica un avance en el paisaje de la industria. Y lo hace por que, normalmente, los entornos artísticos muestran su evolución cuando se documenta su ambiente, sus entresijos, se analizan sus particularidades y se investigan los subterfugios. Evidentemente, dirán que yo he expuesto que Bakuman es una idealización en casi todo momento, que no muestra en absoluto las partes negativas. Claro, eso es así para los que no saben mucho del mundo manga. Yo he hablado de lo que se puede ver a simple vista, pero también he señalado un caso de guiño consciente (Toriyama) a la industria. Hay más. La forma en que se retrata a los autores, los que son otakus de nacimiento que se convierten en artistas manga, los que son obsesos, tienen talento pero ningún gusto estético, la forma en que retrata como ignorantes a casi todos los autores, que no leen en ningún momento, viven en una vorágine donde la única forma artística que consumen es el manga, y opinan y redactan sus escritos en una endogamia que los limita, muchas veces, a la mediocridad. Bakuman significa algo para el manga, por que lo retrata, y los niveles a los que funciona la obra sobrepasan a los autores. 

Death Note, no. En ningún momento pudo llegar a niveles de Otomo, ni de Anno, ni de Urasawa, Satoshi Kon; no tuvo el alma de Evangelion ni la agudeza espiritual de Akira. No era de verdad, sino un simple ejercicio postadolescente. Bakuman, a su lado, es una mejoría en actitud y forma. Veremos, entonces, si continúa la evolución, y si lo hace, como parece, puede dar grandes frutos en el futuro.